Las vulnerabilidades cada año crecen de forma exponencial, según Ponemon Institute, se estima que cada 90 minutos una nueva vulnerabilidad es detectada. Ese panorama no es alentador para las organizaciones, pues amplía dramáticamente el espectro de acción necesario para el control del riesgo cibernético en sus activos de información, además ese riesgo trasciende el impacto técnico de seguridad y obliga a contemplar los impactos operativos y de usabilidad de las aplicaciones del negocio.